jueves, 27 de diciembre de 2007

El Evangelio Eterno en el mensaje del Primer Ángel

La gran verdad central de las Escrituras es que "Dios envió a su único Hijo engendrado" (Juan 3.16), que lo envió al mundo en "carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne; para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, más conforme al espíritu" (Rom 8.3-4).

Este es el evangelio eterno, ya que fue determinado desde que Jesús salió “desde el principio, desde los día de la eternidad” (Miq 5.2).

Ahora bien, el mensaje de los tres ángeles lo que hace es repetir ese "evangelio eterno" (Apoc 14.6) en el contexto de los acontecimientos finales.

El primer ángel nos dice que el “juicio ha llegado” (Apoc 14.7), que ha llegado ese “día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó” (Hechos 17.31). Dios ha dado el juicio al Hijo (Juan 5.22), y ha de juzgar con justicia-con la ley de justicia y libertad (Santiago 2.12)-¿Qué mensaje nos envía Cristo desde el cielo? “Temed a Dios y dadle gloria, y adorad al Creador” Nos llama a guardar los 4 primeros mandamientos referidos a Dios. Hay solo un Dios: no tengan dioses ajenos, este Dios es trascendente –está en los cielos y no en la Tierra, es espíritu y no de materia creada- por lo tanto nada lo puede asemejar (Hech 17.24-29), su nombre es Jehová y deber ser tomado con reverencia, y por su voluntad todo fue creado (Apoc 4.11). Aquél único que lo ha revelado es su Hijo (Juan 1.18):

· No hemos de tener dioses ajenos, pero Cristo por ser Hijo ha heredado su naturaleza divina (Juan 1.1) y él no es ajeno a su Padre;

· No hemos de hacer imagen de Dios, pero Cristo es “la imagen misma de sus sustancia o ser real o persona” (Heb 1.3) y no fue hecho o creado sino engendrado por el mismo Padre;

· No hemos de tomar el nombre de Dios en vano, pero de Cristo el Padre dijo: “mi nombre está en él” (Exo 23.21) y Dios Padre le dice “al Hijo: Tu trono, oh Dios” (Heb 1.8). Cristo dijo: “he manifestado tu nombre” (Juan 17.6).

· Por voluntad del Padre TODO fue creado, e instituyó el sábado como fiesta en honor del Creador, “porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto Jehová bendijo el día de sábado y lo santificó” (Exo 20.11); pero Dios Padre le dijo a su Hijo “Hagamos” (Gen 1.26), “con él (Padre) estaba yo (Cristo) ordenándolo todo” (Prov. 8.30). Por eso se dice que “todas las cosas por él fueron hechas; y sin él NADA de los que es hecho, fue hecho” (Juan 1.3) y “todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten” (Col 1.16-17). Por lo tanto, el mismo que creó (Cristo) descansó y santificó el sábado instituyó el sábado en honor de él. Eso dijo cuando estaba en la tierra: “el Hijo del Hombre es Señor del sábado” (Mateo 12.8).

¿Cómo vivir este mensaje, este evangelio eterno del primer mensaje?

· Tomó carne de pecado: El pecado es trasgresión de la ley (1Juan 3.4). No cumplir estos 4 primeros mandamientos al cual nos hace referencia el primer mensaje es pecar contra Dios; es empujar con más fuerza la corona de espinas sobre Cristo. Cristo experimentó en su carne los efectos de la trasgresión de estos mandamientos. Fue tentado a colocarse sobre Dios cuando se le pidió usar su poder divino de Hijo de Dios para satisfacer una necesidad humana y personal (Mateo 4.3-4). Nosotros también tenemos esa debilidad aumentada porque nosotros si hemos vivido en trasgresión de estos mandamientos. Y como tal nuestra carne se opone a este mensaje, pues “la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede” (Rom 8.7).

· Condenó el pecado en la carne: Pero Cristo no pecó jamás, y siempre dio gloria a Dios. El dijo: “he guardado los mandamientos de mi Padre” (Juan 15.10). No usó su poder divino por motivos egoístas. Nunca se erigió por encima de la voluntad de su Padre. Recordemos que “Jesús fue llevado del espíritu al desierto” (Mateo 4.1). Así que si estaba con hambre y sin alimentos era porque Dios así lo quiso. Y el usar su poder divino para proveerse de pan, era usar su divinidad para ir en contra del Dios verdadero. Pero Cristo siempre se mantuvo en su lugar, “no tuvo por usurpación el ser igual a Dios” (Filip 2.6). La misma tentación le llegó al final de su vida terrenal: “Si tu eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lucas 23.39). ¡Gracias a Dios que Cristo no se salvó sino que se perdió, y esto por todos nosotros!

· La Justicia de la ley: El hecho que Cristo no encontró otra manera de salvarnos de nuestra trasgresión de la ley, muestra que la ley debe ser obedecida. Y esto es lo que nos dice el primer ángel al decirnos que el juicio se hará en base a nuestra obediencia o desobediencia de la ley. Cristo mismo lo enseñó cuando dijo que “en el día del juicio, los hombres darán cuenta de toda palabra ociosa que hablen. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado". (Mateo 12.36-37).

· Se cumple en nosotros si no andamos conforme a la carne: “la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede” (Rom 8.7). Vivir conforme al gusto y deseo de la carne, de lo que me agrada es vivir conforme a la carne. Y andar en la carne es andar en desobediencia y en condenación. Y la carne no puede otra cosa. A la carne no le gusta tener un solo Dios, a la carne le gusta ver y busca una imagen física de Dios o de Cristo, a la carne le gusta ser irreverente en el hablar, y a la carne le gusta es tomar el día de sábado para dormir o hacer algo placentero y no adorar a Dios. Pero, ¿qué han hecho los que son de Cristo? "Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gál. 5: 24).

· Se cumple en nosotros si andamos conforme al espíritu: “la intención del espíritu es vida y paz” (Rom 8.6). “El espíritu codicia contra la carne…el fruto del espíritu es amor…contra tales cosas no hay ley” (Gál 5.17-23). Por eso Jesús le dijo a Nicodemo: “el que no naciere de agua y espíritu, no puede entrar en el reino de Dios; lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del espíritu, espíritu es” (Juan 3.6). Así como el espíritu impulsó a Cristo al desierto, nos impulsará a la obediencia; nos impulsará a adorar a un solo Dios verdadero, a adorarlo en espíritu y en verdad y no en la mentira de una falsa imagen; nos impulsará a pronunciar su nombre con respeto, y nos impulsará a guardar su sábado. Cualquier impulso a otra cosa distinta no es de Dios sino de la carne y del diablo.

“De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.” Mateo 5.19

¿Qué harás?